Si volteamos a nuestro derredor, encontraremos a otros en mejor o peor situación que la nuestra y en algún momento quizá nos detendremos a decir: "que afortunados somos". Pero aceptar que en la vida las cosas funcionen así, por golpe de suerte, y no hacer nada al respecto, es ver pasar ante nuestros ojos las consecuencias de un cruel juego de azar. Si las oportunidades de acceso a una buena educación, a la salud, a tener una vida digna, al trato igualitario, se determinan por factores que están fuera del alcance de cada uno, ¿cómo esperar que se generen esas oportunidades dados mi origen y factores individuales? Aquí entra el tema de la justicia social, un esfuerzo por la igualdad de oportunidades fomentado por medio de organismos e instituciones, por individuos interesados en promover una sociedad en la que las aspiraciones y los logros de las personas no están determinados por barreras sobre las que los individuos no tienen inferencia.
En el año 2007, la Asamblea General de las Naciones Unidas designó al 20 de febrero como el Día Mundial de la Justicia Social, como una oportunidad para promover las actividades que fomenten la dignidad humana, la convivencia pacífica y próspera. Según la ONU, los fundamentos de justicia social se defienden cada vez que se promueve la igualdad de género, se impulsan los derechos de los pueblos indígenas, se fomentan los derechos de los migrantes y refugiados en el mundo y se eliminan barreras por motivos de género, raza, etnia, religión, cultura o discapacidad.
En el tema de la educación, hay dos posibles maneras en las que vemos el tema de justicia social: desde la perspectiva pedagógica, promoviendo la educación para la justicia social, enseñando a los niños y jóvenes sobre temas de ciudadanía, de justicia, de igualdad y equidad; y desde la perspectiva de política educativa, fomentando el debate de paradigmas para generar oportunidades de educación para aquellos que de alguna manera son marginados o vienen de una situación de desventaja. Cuando la educación superior no da cabida a personas que, sin apoyo institucional no estarían en la educación superior, se sostiene un caracter elitista de la educación que no promueve la movilidad social, es decir, los que entran son los elegidos o más aptos, los otros, por mala fortuna, no han podido estar ahí, aunque quizá tengan "madera" para recibir una preparación universitaria, no tienen "buena estrella, más bien nacieron estrellados", como diría mi padre.
Imágen de Nathan W. Pyle |
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