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Ser mamá y estudiante de postgrado de tiempo completo tiene sus exigencias y tuve que redistribuir mi tiempo. Una de las áreas que se vio afectada fue nuestra alimentación. Comencé a brincarme las comidas, compraba sándwiches o pizzas en la universidad para salir del apuro, las cenas eran muy muy tarde y había muchos alimentos fritos, que me resultaban más rápidos de preparar. A esta situación agreguemos mi poca actividad física, ya que ahora me pasaba muchas horas sentada frente a una pantalla, las desveladas y los altos niveles de estrés, un coctel perfecto para deteriorar la salud. Me sentía desesperada, sabía que algo iba mal y no tenía control sobre lo que estaba haciendo con mi salud. Hacía intentos por comer saludable, pero pronto caía en el "no tengo tiempo de cocinar" y de nuevo a comer mal, a deshoras y con mucha comfort food.
Sabía que había otros asuntos, de índole emocional, que también estaban afectando mi condición, pero nunca he sido buena para ventilar mis sentimientos, así que todo se reflejaba en dolencias físicas. Con una fuerte molestia en la espalda, rodillas y pies, fui a consultar un día. Iba arrastrando la cobija. "Me siento agotada todo el tiempo, no tengo ánimos de nada, etc. etc." poco me faltó para ponerme a llorar en el consultorio. Me hicieron una revisión general y después de unos minutos la doctora me dijo "¿sí sabes que tienes obesidad, verdad?"... me quedé callada y por dentro me sentí histérica. This woman is really rude! pensé. Le dije que comía lo mejor que podía y que andaba en bici y a pie para todas partes, que no sabía en dónde estaba mi error y no sabía cómo detener mi subida de peso, mi agotamiento, el deterioro de mi salud y de mis ánimos. Cuando regresé a casa revisé la alacena y el refri, en apariencia nuestros alimentos eran sanos, balanceados, ¿en dónde estaba el error y cómo podía generar un cambio? Y sobre todo me preguntaba, ¿cómo se cura uno de las dolencias de los ánimos, del enojo, de la tristeza, del debilitamiento de la confianza en uno mismo?
Me puse a ver fotos de cuando habíamos llegado a York y de ahora, no era novedad que había subido de peso, pero era algo que ignoraba y trataba de minimizar. También noté que mis ojos se veían un poco apagados, mis gestos eran diferentes. Me sentí furiosa conmigo misma, no podía ser posible que le hiciera eso a mi cuerpo, a mi salud, a mis hijos, pero no sabía qué hacer. El 31 de diciembre de 2015 intenté ponerme un vestido que me gusta mucho, para recibir el año nuevo de manera diferente. Cuando intenté probármelo, ni siquiera subía más allá de mis caderas, me sentí fatal. Pasaron las semanas, me quejaba todo el tiempo de mis dolencias, de mi apariencia, de mi falta de energía, de mi apetito constante y de mi desesperación. Cuando Rubén me escuchaba quejarme me decía que me fuera a hacer ejercicio, y si me veía comiendo algún pan dulce o un plato de cereal, me decía que eso no me iba a ayudar. Yo me enfadaba con él y le decía que me dejara en paz... cuando en realidad el enojo era conmigo misma, por no ser capaz de tomar buenas decisiones sobre mi persona.
Por recomendaciones que me llegaron de diferentes fuentes, supe de un grupo que se enfoca en optimizar las opciones de alimentos para lograr cambios de hábitos, tener un estilo de vida que cuida la salud y ayuda a bajar de peso. Cuando iba a comentarle a Ru de la idea de unirme a uno de esos grupos, él mismo me comentó ese día que una compañera del departamento estaba en uno de esos grupos y que estaba teniendo resultados positivos, así que investigué sobre horarios y lugares de las reuniones, elegí uno que estaba cerca de casa y tres días más tarde ya estaba ahí registrada para asistir por 12 semanas, lista para iniciar la reunión, decidida a hacer algo al respecto.
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